Hay porteros que a fuerza de orientar a sus defensas desarrollan una gran voz. Julen Lopetegui colgó los guantes hace 13 años, pero sus indicaciones de barítono resuenan con color faríngeo proyectándose con claridad por las colinas de Olival, donde se enclavan los campos de entrenamiento del Oporto. “¡Línea de tres!”, ordena, metido entre los jugadores durante un ejercicio de ataque elaborado. “¡Salgo! ¡El mediocentro decide! ¡Alturas diferentes! ¡Juego de cara! ¡Alturas diferentes y así es fácil jugar de cara! ¡Bien, bien, bien…!”.
Lopetegui quiere que sus futbolistas controlen los partidos mediante la posesión del balón. Puesto que tener la pelota genera desequilibrios tanto en el contrario como en el propio equipo, hacerlo es el gran desafío que plantea el fútbol contemporáneo, cada vez más condicionado por la reducción de espacios para jugar y pensar. El técnico insiste en “ampliar el campo” con jugadores que se desmarquen por afuera, en “profundizar” con hombres habilidosos que acudan entre líneas a recibir y a distraer, y en ocupar “alturas diferentes” dominando zonas en ataque sin descubrirse en defensa. Para un club como el Oporto, que conquistó su última Copa de Europa en 2004 dirigido por Mourinho y constituido sobre veteranos que cavaban trincheras y renunciaban al balón, el cambio de principios roza el conflicto. A eso se añaden dos condicionantes: el Oporto nunca tuvo tantos jóvenes ni tantos españoles (siete jugadores) en plantilla.
“Cuando recibo la oferta percibo que quieren crear una manera de entender el juego”, cuenta Lopetegui. “Para eso se fichan 16 jugadores nuevos. Es el equipo más joven de la historia del Oporto, con una edad media de 24 años. Eso lo convierte en un proyecto muy atractivo. Un reto muy grande porque nos encontramos con la dificultad de llegar el 3 de julio y tener que clasificar para Champions el 14 de agosto contra equipos consolidados”.
No hubo pretemporada sino terapia de choque. Muchos de los titulares apenas contaban en sus equipos anteriores. Adrián (716 minutos), Oliver (710), Tello (400) y Casemiro (270) debieron adaptarse a una situación nueva. Lopetegui añadió juventud con una apuesta personal: el interior Rubén Neves, de 17 años, se convirtió en el jugador más joven de la historia del club en debutar en Champions.
La fase de grupos fue un éxito. El equipo acabó primero con 14 puntos, 16 goles a favor y cuatro en contra. Solo el Chelsea, el Bayern, el Barça y el Madrid mejoran el registro. El 18 de febrero se medirá al Basilea en octavos.
“Para mí no hay una escuela española”, dice Lopetegui. “Hay entrenadores. Yo quiero que mi equipo sepa hacer todo bien. Esto te lleva a querer atacar y defender cada vez mejor. Para eso busco que los chicos sean capaces de entender el juego. Muchas veces se da por hecho que los jugadores entienden completamente el juego y no es así. Creo que cuando juegas entiendes muy poco. Y me incluyo. No es fácil dar soluciones diferentes a diferentes dificultades. La riqueza de tu equipo depende de las soluciones que sepan dar tus futbolistas”.
En sintonía con técnicos como Guardiola o Lillo, el entrenador del Oporto no cree que el juego se divida en defensa y ataque. “No lo distingo”, señala. “No entiendo a los que dicen que juegan a la contra. Para jugar a la contra necesitas espacios. Sería absurdo decir que un equipo no quiere aprovechar los espacios porque no juega al contragolpe. Del mismo modo, cuando estamos en campo contrario y perdemos la pelota, intentamos ser muy agresivos. Este robo es una herramienta ofensiva cuando el equipo contrario está estructurando una jugada porque ahí tú sí encuentras espacios”.
“La clave pasa por saber qué hacer con la pelota para que la posesión no se nos vuelva en contra”, continúa Lopetegui. “El espacio no se regala. Hay que trabajarlo. Y cuando se tiene debes saber aprovecharlo. A veces puedes correr menos y a veces más porque el contrario también puede llevar la iniciativa. Por eso el jugador debe ser capaz de entender cada vez más el juego”.
El cuerpo técnico de Lopetegui está integrado por su ayudante de campo, Julián Calero, y por el preparador físico, Juan Carlos Martínez. Dos maestros en el arte de diseñar simulaciones que ayudan a los jugadores a asimilar conceptos. La vocación pedagógica es evidente. Antes de cada partido hacen dos o tres sesiones de vídeo colectivas y las complementan con hasta siete sesiones individuales. “Debes explicar por qué y para qué se hacen los entrenamientos”, admite Lopetegui. “Antes de la práctica tratamos de enseñar a los jugadores lo que harán y luego estructurar esa manera de jugar en los entrenamientos. Ellos deben saber cuáles son los problemas que presenta cada partido y cuáles son las soluciones que se proponen”.
“El jugador aprende por repetición y por descubrimiento espontáneo”, concluye. “Cuando se presenta la situación del partido que has simulado en la práctica, se desencadena la respuesta automatizada. Intentamos automatizar movimientos, pero la línea es muy delgada y si te pasas puedes matar la creatividad. El jugador tiene que tener herramientas para poder sostenerse en la dificultad pero siempre siendo él mismo. El jugador no es una Play Station. Tiene que sentirse liberado. La toma de decisiones no es un derecho, es una exigencia”.
El desafío de Lopetegui es épico. Tan grande como introducir una nueva cultura en un exitoso club centenario.
in "elpais.es"
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