Nadie al descanso podía imaginar en Oporto que la eliminatoria quedaría sentenciada allí. Si acaso algún pesimista del cuadro local, vista la fragilidad defensiva que había mostrado su equipo en el primer periodo. Todo cambió, sin embargo, a la vuelta de vestuarios. El Villarreal se desfondó en una carrera de Cazorla que el asturiano no supo definir. Pudo ser el 0-2 al comienzo del segundo acto. Ahí terminó el cuento de hadas amarillo en la Europa League.
En el siguiente ataque, Guarín vio el desmarque de Falcao y Diego López derribó al colombiano dentro del área. El árbitro holandés fue más benévolo que Stark en el Bernabéu y permitió al meta seguir en el campo. Era el único alivio a una reanudación desastrosa para el Villarreal. Falcao, desde los once metros, iniciaba su gran noche. Nada en comparación a la que se venía encima.
Falcao celebra uno de sus cuatro tantos de la noche.
FOTO: AFP
La segunda mitad fue un martirio para el Villarreal. El conjunto de Garrido se hundió físicamente primero, y moralmente después, ante un Oporto que por momentos parecía un ejército de gigantes. Con Hulk crecido, el Villarreal huyó. De lomos del brasileño surgía Falcao, que de cinco remates hizo cuatro goles. Y a Falcao se le unió su compatriota Guarín, desatado en el momento oportuno. Sintomático el segundo gol. Un centrocampista que se desmarca, conduce, recorta, dispara y coge su propio rechace mientras tumba rivales por el camino.
La eliminatoria había dado un vuelco total por el resultado y por las sensaciones. Villas Boas, que en la primera parte había planeado un suicido con una defensa mega adelantada, comenzó a sacar pecho. ¿Veis como mi estrategia funciona? Ahora sí, todos creyeron al heredero de Mourinho. Los amarillos ya no tenían fuerzas para presionar y salir a la contra. Los azules parecían otra raza.
Si en la primera mitad Mario rogaba por un compañero que tapase las subidas de Pereira, en la segunda fue Catalá quien se vio desbordado. Por su espalda se coló primero Guarín y luego Hulk. La bestia brasileña del Oporto rompió a Musacchio y regaló el tercero a Falcao mientras el resto de amarillos miraban. Para entonces Borja Valero, el mejor de los visitantes, había dicho basta.
Ya nadie sujetaba el balón en el Villarreal, y los de Garrido no están hechos para correr detrás de la pelota. Ni saben, ni aguantan. Fruto de ese abatimiento llegaron el cuarto y el quinto. Dos testarazos de Falcao, libre de marca en dos jugadas a balón parado, que confirman al colombiano como uno de los delanteros del momento en Europa.
La sensación al término del encuentro no era siquiera de rabia. Tampoco por las ocasiones que Nilmar y Rossi fallaron en el primer tiempo. Total, no había oxígeno para más.
in "marca.com"
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